28 agosto 2008

Inesperadamente


Inesperadamente estoy aquí.
En este preciso instante tomo conciencia.
Queda lejos mi calle, la de mi barrio,
donde mis amigos no me eran ajenos


Con quien no debías demostrar nada.
Si acaso que eras el mejor no importaba en qué.
Con los que coincidías en la escuela y en la calle.
Con los que apilábamos piedras o cavábamos cuevas.


Con los que en San Juan amontonábamos leña:
muebles, cajas de fruta, sillas, tablas, no importaba qué.
Cualquier cosa que ardiera… a la pila.
Mientras, lo entendíamos nuestro y colectivo.


Incluso íbamos a “espiar” a los del barrio vecino,
y montábamos guardia para no ser hurtados o incendiados.
Incluso inventábamos gritos propios de hoguera
“acutibombimbironga… acutibombimbironga…”


Y llegaba la hora. A cenar por turnos con el ojo en la pila.
Esperando que se escondiera el Sol y con él la luz
Arrugábamos papel, lo poníamos en la leña y sufríamos el momento.
Una cerilla y uaaaaaaaaaah el fuego chico se hacía enoooorme.


Abrasaba la pila entera con fuego color fuego.
Con remolinos imposibles girando y alzándose al oscuro cielo
Iluminando nuestras caras y a todos aquellos que miraban
No recuerdo el humo, recuerdo ese resplandor sin ritmo, extraordinario.


Y recuerdo a mis amigos saltando… “acutibombimbironga…”
Y recuerdo a nuestros padres como felices viéndonos saltar.
Y recuerdo la abuela que traía patatas para cubrirlas en la ceniza
y comerlas al día siguiente con sal y aceite.


Y me veo aquí, de golpe.
Y te veo a ti, amigo mío, tumbado bocarriba
Con los ojos mirando a ninguna parte y con la boca sufrida.
Después de ser vencido por no se sabe qué.


Es triste verte aquí. Sin haberte visto veo tu malvivir.
Se que no te lo has puesto fácil ni a ti ni a los tuyos.
Pero yo te sigo viendo, saltando por San Juan con la risa fácil.
Y yo, sin esperármelo, recuerdo todo lo bueno que recuerdo contigo.


(A mi amigo Álvaro)

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