02 octubre 2012

Por qué dejamos de hablarnos



Es difícil explicar los porqués de muchas cosas, sin caer fácilmente en ese hoyo profundo en el que no sabes cuán hondo es, ni tan solo cómo será el fondo, ni si encontrarás obstáculos o las paredes te rozarán en la caída.
 
Los miedos invaden de infortunios tu cabeza y es complejo tener claras las visiones, para entrar en aventuras que replanteen las cosas que tu ya has dado por resueltas o archivadas, aunque no recuerdes por qué llegaste a cargarte de razones para darlas por conclusas.

Es fatigoso buscar de nuevo caminos, desbrozarlos y ponerlos en orden suficiente, para que sin olvidar nada de lo que haya sucedido, pases página y renueves lazos con quien resulta difícil volverlos a tener.

Aunque a veces, a pesar de tener cielos despejados, temperaturas excelentes y caminos libres de obstáculos, sin saber el motivo, descubres que la distancia y el tiempo sin comunicarnos, han convertido el camino entre uno y otro en lejanos trayectos que si lo intentas y los transitas no son ni tan lejanos ni tan difíciles.

Hay muchos supuestos, tortuosos recorridos (o no), largas distancias (o no), que impiden que nuestros pasos transiten sin temores, tan solo porque los miedos nos paralizan, escondidos de falsas resistencias fruto de temores infundados (o no), o de miedos enfundados de dudas.

¿Por qué dejamos de hablarnos?... no sé. Es probable que la razón tenga razones nada razonables que nos hagan perder la razón.  

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