12 noviembre 2002

Privilegio (Jaque)

Era un día cualquiera por la tarde. Lo único que distinguía al día entero, era una “perra” mañana de trabajo, de aquellas que todo lo que has hecho ha sido “porque sí”. A priori no era fácil sobrellevar la tarde, y afrontarla como si empezara de nuevo. Pedro, llevaba tras de sí un montón de años de quejas y de desengaños en el trabajo. Casí se consideraba un eterno traicionado.
Su peor desesperanza, era que ya le costaba calcular el tiempo que llevaba en el empleo.

- Muy bien Pedro. Un trabajo excelente. Házmelo siempre así, como tu sabes. Estoy muy contento contigo.

Su jefe no se cansaba de lanzarle “flores” y agradecimientos, eso sí, sin aumentarle el sueldo, o gratificarle con algo mas que palabras. Cada vez que había hablado –con poco acierto y mucha retórica- de su sueldo, o de lo que ganaban otros que hacían trabajos parecidos, se encontraba con las previsibles respuestas de siempre.

- Tu sabes que ganas un salario como todo el mundo. Pero tu tienes futuro en esta empresa, y con cualquier trabajo que afrontes. Si sabes hacer de todo, Pedro. Si decides marcharte sería una gran pérdida para mi empresa. Ya sabes que aquí te tratamos bien, y que tienes un contrato fijo. Esto, con la edad que tienes –te lo digo como amigo- no lo echaría a perder. Tranquilo, todo lo arreglaremos, parece que el año que viene los ingresos ayudarán a llegar al “punto muerto” y eso indicará que probablemente para el siguiente ejercicio podamos mejorarte el salario… Por cierto, si no te importa, ayudame con estos cómpacs que he de colocarlos en el coche de gerencia… porque la empresa de renting, ya me lo ha cambiado, el viejo tenía mas de dos años…

Jose (sin acento), era de aquellos tipos que nunca habia estado mas de seis meses en un trabajo fijo. Miento… una vez estuvo casi un año intentando vender seguros de vida a comisión. El que le duró menos, fue uno de vender enciclopedias. Aconsejaba a sus clientes que les firmaran la hoja de pedido, y que como tenían quince dias para pagar, que cuando les presentaran la factura que no la pagaran y punto. Jose cobraba por adelantado por entregar una hoja de pedido firmada.

Jose estaba realmente harto. Había meses que podía llevar dinero a casa, y había meses que eran un verdadero asco. Levantándose sin ganas por la mañana, para ir a ninguna parte. Acercarse al bar, tomar un café, leer el periódico, hablar de fútbol con los jubilados del banco del parque de la esquina del barrio. Cuatro llamadas de teléfono para saber si alguno de sus “contactos” tenía un trabajo para él, que fuera estable, con seguridad social y todo eso.

- Jose, te quejas por vicio, tío. Si eres un magnífico vendedor. Esos asalariados nunca ganarán lo que tú, con esa labia que tienes. Tu sí que estas de suerte, no como yo, que he de quedarme en el despacho atendiendo a los proveedores y los pagos y cobrar, con lo que cuesta cobrar. Vuelve la próxima semana, que tendré un “tema” para el que necesito gente como tú.

Jose se había quejado mas de una vez al empresario que lo contrataba con cierta frecuencia, que estaría bien estar trabajando fijo, con un sueldo que sabía que tendría cada mes. Que así podría hacer planes y podría pensar en otras cosas y no sólo en “a ver qué hago mañana”.

- No seas tonto Jose. Si en realidad ganas mas que esos tíos que se han de levantar siempre a la misma hora. Que hacen siempre lo mismo. Que han de hacer un horario. Que siempre ven las mismas caras… Y en realidad ganan menos que tú, por que a ti de pronto te entra un montonazo de dinero que no veas, que yo te pago las comisiones y lo sé. Lo que he de conseguir es que me encarguen mas trabajos, y así poderte dar faena con mas frecuencia. Vamos a ver si el próximo año, con la de cosas que me han dicho que me van a encargar lo resolvemos. La verdad es que estoy contento con tu trabajo y espero que no me hagas un “feo” y te vayas a trabajar por ahí en una oscura fábrica. Bien, vuelve la próxima semana, porque voy a comer con un proveedor que no para de insistir en llevarme a comer a un sitio de estos buenos. Y a una buena comida no le voy a hacer un desprecio!!. Nos vemos chaval.

Pedro y Jose, se encontraban cada sábado en el Bar El Ventorrillo. Un local con una barra hecha con azulejos recuperados, y con vasos de vino usados cientos de veces ocupando buena parte de ella. Con una cafetera de brazo, y unas tacitas de no se sabe que edad. El suelo siempre lleno de cáscaras de cacahuetes. Un bar de dos mesas, y una de ellas permanentemente ocupada por cuatro o cinco jubilados jugando al dómino.

Los dos hablaban de cualquier cosa, por aquello de distraerse.

Pedro, casado, bajaba al bar a eso de las 12, y con la excusa de ir a buscar el pan, se evadía cinco minutos del resto del mundo viniendo aquí.

Jose, separado, aprovechaba la mañana entera en el bar, para no sentirse sólo en el piso que tenía dos calles mas abajo.

En algo se parecían. Los dos, cuando se despedían cada sábado, a eso de las doce y diez, pensaban el uno del otro

… me cambiaría por él… este tío es un privilegiado.

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